Lo más importante del mundo es nuestro movimiento
10/10/2011
The Nation/ICH
Traducido para Rebelión por Germán Leyens |
Os amo.
Y
no lo dije solo para que cientos de vosotros griten “te amamos” de
vuelta, aunque obviamente es una posibilidad adicional del micrófono
humano. Decid a los demás lo que quieres que te digan a ti, solo que más
fuerte.
Ayer, uno de los oradores en el mitin de los trabajadores
dijo: “Nos encontramos los unos a los otros”. Ese sentimiento captura
la belleza de lo que se está creando aquí. Un espacio totalmente abierto
(así como una idea tan grande que no se puede contener en ningún
espacio) para toda la gente que quiere un mundo mejor para encontrarse
los unos con los otros. Estamos tan agradecidos.
Si hay una cosa
que yo sé es que el 1% adora las crisis. Cuando la gente se deja llevar
por el pánico, está desesperada y nadie parece saber qué hacer, es el
momento ideal para que las corporaciones impongan su lista de deseos de
políticas favorables: privatizar la educación y la seguridad social,
recortar los servicios públicos, librarse de las últimas restricciones
al poder corporativo. En medio de la crisis económica, es lo que está
pasando en todo el mundo.
Y sólo hay una cosa que puede bloquear
esta táctica, y por suerte, es algo muy grande: El 99%. Y ese 99% está
saliendo a las calles, de Madison a Madrid, para decir “No. No pagaremos
vuestra crisis”.
La consigna comenzó en Italia en 2008.
Repercutió en Grecia, Francia e Irlanda y finalmente ha llegado al
kilómetro cuadrado en el que comenzó la crisis.
“¿Por qué están
protestando?” preguntan los eruditos perplejos en la televisión.
Mientras tanto el resto del mundo pregunta: “¿Qué hizo que tardaran
tanto?” “Nos hemos estado preguntando cuándo ibais a mostrar la cara”. Y
sobre todo: “Bienvenidos”.
Mucha gente ha hecho paralelos entre
¡Ocupad Wall Street! y las llamadas protestas contra la globalización
que atrajeron la atención del mundo en Seattle en 1999. Fue la última
vez que un movimiento descentralizado, global, encabezado por la
juventud, apuntó directamente al poder corporativo. Y estoy orgullosa de
haber formado parte de lo que llamamos “el movimiento de movimientos”.
Pero
también hay diferencias importantes. Por ejemplo, escogimos cumbres
como nuestros objetivos: la Organización Mundial de Comercio, el Fondo
Monetario Internacional, el G8. Las cumbres son pasajeras por
naturaleza, solo duran una semana. Eso también nos hizo ser pasajeros.
Aparecíamos, llegábamos a los titulares del mundo y luego
desaparecíamos. Y en el frenesí de hiperpatriotismo y militarismo que
vinieron después de los ataques del 11-S, fue fácil hacernos desaparecer
completamente, por lo menos en Estados Unidos.
¡Ocupad Wall
Street!, por otra parte, ha elegido un objetivo fijo. Y no habéis fijado
una fecha final a vuestra presencia aquí. Es sabio. Solo si os quedáis
podéis echar raíces. Es crucial. Es un hecho de la edad de la
información que demasiados movimientos aparecen como hermosas flores
pero mueren rápidamente. Es porque no tienen raíces. Y no tienen planes a
largo plazo de cómo se van a mantener. Por lo tanto, cuando llegan las
tormentas, son arrastrados por la corriente.
Ser horizontal y
profundamente democrático es maravilloso. Pero esos principios son
compatibles con la dura tarea de construir estructuras e instituciones
suficientemente robustas para resistir las tormentas del futuro. Tengo
mucha fe en que esto ocurra.
Otra cosa que este movimiento hace
bien: Os habéis comprometido con la no violencia. Os habéis negado a
regalar a los medios las imágenes de ventanas rotas y luchas callejeras
que ansían con tanta desesperación. Y esa tremenda disciplina ha
significado que, una y otra vez, la historia ha sido la escandalosa y no
provocada brutalidad policial. De la que vimos aún más anoche. Mientras
tanto, el apoyo a este movimiento crece cada vez más. Más sabiduría.
Pero
la mayor diferencia con hace una década es que en 1999 enfrentábamos al
capitalismo en el clímax de un frenético auge económico. El desempleo
era bajo, los portafolios de acciones se inflaban. Los medios estaban
ebrios de dinero fácil. En aquel entonces todo tenía que ver con puestas
en marcha, no con cierres.
Señalamos que la desregulación detrás
del frenesí tenía un precio. Era dañina para los estándares laborales.
Era dañina para los estándares medioambientales. Las corporaciones se
convertían en más poderosas que los gobiernos y eso es dañino para
nuestras democracias. Pero, para ser honesta, durante la buena racha era
difícil enfrentarse a un sistema económico basado en la codicia, por lo
menos en los países ricos.
Diez años después, parece que ya no
hay países ricos. Solo un montón de gente rica. Gente que se enriqueció
saqueando la riqueza pública y agotando los recursos naturales de todo
el mundo.
Lo importante es que hoy todos pueden ver que el sistema
es profundamente injusto y que pierde el control. La codicia ilimitada
ha arruinado la economía global. Y también está arruinando el mundo
natural. Estamos agotando las reservas de pesca, contaminando el agua
con fracturación y perforaciones en aguas profundas, volviéndonos hacia
las formas más sucias de energía del planeta, como las arenas petroleras
de Alberta. Y la atmósfera no puede absorber la cantidad de carbono que
estamos descargando, creando un calentamiento peligroso. La nueva norma
son los desastres en serie: económicos y ecológicos.
Son los
hechos sobre el terreno. Son tan flagrantes, tan obvios, que es mucho
más fácil encontrar una conexión con el público de lo que era en 1999;
construir rápidamente el movimiento.
Todos sabemos, o por lo menos
sentimos, que el mundo está cabeza abajo: actuamos como si no hubiera
fin para lo que realmente es finito, combustibles fósiles y el espacio
atmosférico para absorber sus emisiones. Y actuamos como si existieran
límites estrictos e inconmovibles para lo que en realidad existe en
abundancia, los recursos financieros para construir el tipo de sociedad
que
necesitamos.
necesitamos.
La tarea de nuestros tiempos es invertir esta
tendencia: cuestionar esa falsa escasez. Insistir en que podemos
permitirnos la construcción de una sociedad decente, inclusiva, mientras
al mismo tiempo respetamos los límites reales de lo que puede aguantar
la tierra.
Lo que significa el cambio climático es que tenemos un
plazo. Esta vez nuestro movimiento no se puede distraer, dividirse,
apagarse o dejarse barrer por los eventos. Esta vez tenemos que tener
éxito. Y no hablo de regular los bancos o aumentar los impuestos a los
ricos, aunque es importante.
Hablo de cambiar los valores
subyacentes que gobiernan nuestra sociedad. Es difícil de ajustar a una
sola demanda fácil para los medios, y también cuesta imaginar cómo
hacerlo. Pero no es menos urgente por que sea difícil.
Es lo que
veo que sucede en esta plaza. En la forma en que os alimentáis, en cómo
os animáis unos a otros compartiendo libremente la información y
suministrando atención sanitaria, clases de meditación y capacitación en
empoderamiento. Mi letrero favorito de este lugar dice “Eres
importante”. En una cultura que entrena a la gente para que evite la
mirada del otro, para decir
“que se mueran”, es una declaración profundamente radical.
“que se mueran”, es una declaración profundamente radical.
Unos pocos pensamientos para terminar. En esta gran lucha, hay algunas cosas que no importan:
- Lo que llevamos puesto.
- Si alzamos nuestros puños o hacemos señales por la paz.
- Si podemos ajustar nuestros sueños de un mundo mejor a una señal de audio.
Y hay algunas cosas que importan:
- Nuestra valentía.
- Nuestra actitud moral.
- Cómo nos tratamos unos a otros.
Hemos
buscado el enfrentamiento con las fuerzas económicas y políticas más
poderosas del planeta. Da miedo. Y a medida que este movimiento crezca
cada vez más fuerte, se hará más temible. Siempre hay que ser consciente
de que existirá una tentación de pasar a objetivos más pequeños, como,
digamos, la persona sentada junto a ti en esta reunión. Después de todo,
es una batalla que es más fácil de ganar.
No hay que ceder a la
tentación. No digo que no podamos hablar sobre nuestras debilidades
personales. Pero esta vez tratémonos como si tuviéramos la intención de
trabajar codo con codo en la lucha durante muchos, muchos años. Porque
la tarea que tenemos por delante no exigirá nada menos.
Tratemos este hermoso movimiento como la cosa más importante del mundo. Porque lo es. Realmente lo es.
Nota del editor: El discurso de Naomi también apareció en el Wall Street Journal Ocupado.
Naomi
Klein es una periodista galardonada, columnista publicada en numerosos
periódicos y autora del éxito de ventas internacional del New York Times, La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre (septiembre de 2007); y de un éxito de ventas internacional anterior: No logo: El poder de las marcas; y de la colección: Vallas y Ventanas: Despachos desde las trincheras del debate sobre la globalización (2002). Lea
más en Naomiklein.org. La puede seguir en Twitter: @naomiaklein Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article29332.htm
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