miércoles, 30 de mayo de 2007

Literatura infantil: El Jardín Secreto de Gustavo Martín Garzo



"Y cuando tú te hagas mayor y tengas tus propios niños también te pasará lo mismo, y les contarás cuentos en que le hablarás de tu visita a esa Isla de Nunca Jamás que fue tu propia infancia"



El escritor Gustavo Martín Garzo sugiere que las sorprendentes historias que les solemos contar a nuestros hijos no son mucho más fantásticas que la propia vida: la magia de que un día nazca un niño que es nuestro hijo, o el misterio del paso del tiempo que hará que esos mismos niños crezcan y un día desaparezcan...





GUSTAVO MARTÍN GARZO: EL JARDÍN SECRETO

John Keats escribió que había que saber conformarse con la mitad del conocimiento. Es decir, que si queríamos penetrar en el misterio del mundo debíamos ser capaces de no buscar a cada momento una explicación a lo que nos sucedía en él. Es lo que suelen hacer los personajes de los cuentos infantiles y por eso pueden vivir sus aventuras. Es lo que hace Alicia, cuando corre tras el Conejo Blanco, o Wendy cuando Peter Pan la conduce a la Isla de Nunca Jamás. O lo que hace Mary Lennox, la protagonista de El jardín secreto, la hermosa novela de Francis Hodgson Burnet. La pequeña Mary viaja a casa de un tío suyo, al quedarse huérfana, y se ve obligada a pasar largas horas de soledad, pues su tío siempre está de viaje. Y en ese deambular sin tiempo, Mary descubre un día un jardín en el que no puede entrar. Ve sus tapias y los árboles, cuyas copas asoman por encima, pero no encuentra su puerta. Y aprende a amar ese jardín, antes de saber nada de él.

Cuando Wendy pregunta a Peter Pan, en pleno vuelo, que dónde está la Isla de Nunca Jamás, éste le contesta que no lo sabe. "La Isla de Nunca Jamás, no se puede buscar. Es ella la que te encuentra". En cierta forma, es lo que la pasa a Alicia con el País de las Maravillas, o a Dorothy, en El mago de Oz, con la Ciudad Esmeralda, ya que en realidad son ese país y esa ciudad quienes las encuentran a ellas. La historia de Mary con el jardín secreto es también así. Quiere entrar en él pero tendrá que ser un petirrojo el que le proporcione la llave y le diga cómo hacerlo. Pero ni Wendy, ni el príncipe de La Bella Durmiente, ni la niña protagonista de El jardín secreto, ni por supuesto Alicia o Dorothy, hacen demasiado por vivir aventuras, se ven arrastradas a ellas. Mary Leenox se ocupa del jardín antes de saber nada él; Wendy se instala en la Isla de Nunca Jamás, con los Niños Perdidos, con la naturalidad con que lo habría hecho en la casa de sus vecinos; Alicia se va detrás del Conejo Blanco sin dudarlo; Dorothy acepta como compañeros a criaturas tan extravagantes como un Espantapájaros, un León y un Hombre de Hojalata; y el príncipe de La Bella Durmiente, acude sin preguntar a la llamada secreta de la estancia encantada. Y todos ellos se conforman con la mitad del conocimiento para vivir sus respectivas aventuras.

Pero lo maravilloso, al contrario de lo que suele decirse, no nos aparta del mundo sino que hace de ese mundo el reino de la posibilidad. Todos los niños proceden de un mundo así, de forma que bien podemos decir que ese jardín secreto es una representación de nuestra propia infancia perdida...

(Texto completo en http://www.elpais.com/articulo/opinion/jardin/secreto/elpepuopi/20070513elpepiopi_5/Tes)

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